¡Buenos
días! ¡Bienvenidos a todos! Gracias por vuestra asistencia.
Con motivo
del septuagésimo quinto (75º) aniversario de la muerte del poeta Antonio
Machado, os presentamos este recital de algunos de sus poemas más conocidos.
Nuestra
clase, 4º C, ha querido rendir este homenaje porque, al estudiarlo, nos gustó y
nos pareció interesante tanto su vida como su obra.
Lo hemos
preparado con mucho cariño e ilusión. Esperamos que os guste.
BIOGRAFÍA DE ANTONIO MACHADO
•
Nació en Sevilla el 26 de julio de 1875
•
Se trasladó a Madrid, donde recibió clases en la
Institución Libre de Enseñanza, una escuela privada de ideas liberales con el
sistema de enseñanza más avanzado de su época.
•
En 1903 publicó su primer libro: Soledades,
el cual amplió en 1907 (Soledades, Galerías y otros poemas)
•
Tras ganar la cátedra de Francés de instituto,
se trasladó a Soria, donde conoció a Leonor Izquierdo, con la que se casó en
1909 (ella tenía 15 años y él, 34).
•
En 1912 publicó Campos de Castilla.
•
Ese mismo año murió Leonor de tuberculosis, lo
cual sumió al poeta en una depresión, por lo que pidió el traslado a Baeza
(Jaén).
•
En 1924 publica Nuevas Canciones.
•
En 1936, al estallar la Guerra Civil Española, se
refugió en Valencia.
•
Más tarde, se exilió a Francia, concretamente a
Colliure.
•
Murió algunos días después (22 de febrero de
1939). A los tres días fallece su madre (Ana Ruiz Hernández).
•
En febrero de 2010 se hizo público que un día
después de su muerte llegó una carta de la universidad de Cambridge para
ofrecerle un puesto en su rectorado.
SELECCIÓN DE POEMAS
“RECUERDO INFANTIL”
Antonio Machado recuerda con nostalgia la monotonía de las
clases que recibía de niño en el colegio. Más concretamente describe el aula
con un cartel de Caín y Abel, el maestro y el coro de niños que, en las tardes
lluviosas de invierno, repetía cantando la lección de matemáticas.
Una tarde
parda y fría
de
invierno. Los colegiales
estudian.
Monotonía
de lluvia
tras los cristales.
Es la
clase. En un cartel
se
representa a Caín
fugitivo, y
muerto Abel,
junto a una
mancha carmín.
Con timbre
sonoro y hueco
truena el
maestro, un anciano
mal
vestido, enjuto y seco,
que lleva
un libro en la mano.
Y todo un
coro infantil
va cantando
la lección:
«mil veces
ciento, cien mil;
mil veces
mil, un millón».
Una tarde
parda y fría
de
invierno. Los colegiales
estudian.
Monotonía
de la
lluvia en los cristales.
“LAS MOSCAS”
Este poema nos evoca a prestar atención sobre las cosas
cotidianas, que normalmente pasan desapercibidas y no se valoran. Todo esto
está ejemplificado por las moscas, ya que éstas están presentes en todos los
momentos de nuestra vida y, sin embargo, nunca les damos ninguna importancia.
Vosotras,
las familiares
inevitables
golosas,
vosotras,
moscas vulgares
me evocáis
todas las cosas.
¡Oh, viejas
moscas voraces
como abejas
en abril,
viejas
moscas pertinaces
sobre mi
calva infantil!
Moscas de
todas las horas
de infancia
y adolescencia,
de mi
juventud dorada;
de esta
segunda inocencia,
que da en
no creer en nada,
en
nada.
¡Moscas del
primer hastío
en el salón
familiar,
las claras
tardes de estío
en que yo
empecé a soñar!
Y en la
aborrecida escuela
raudas
moscas divertidas,
perseguidas,
perseguidas
por amor de
lo que vuela.
Yo sé que
os habéis posado
sobre el
juguete encantado,
sobre el
librote cerrado,
sobre la
carta de amor,
sobre los
párpados yertos
de los
muertos.
Inevitables
golosas,
que ni
labráis como abejas,
ni brilláis
cual mariposas;
pequeñitas,
revoltosas,
vosotras,
amigas viejas,
me evocáis
todas las cosas.
“A ORILLAS DEL DUERO”
Machado en este poema ofrece la descripción de un paisaje
soriano en una mañana de primavera. Un paisaje bello, tibio y lleno de alegría
y esperanza.
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia
mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.
Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Entre las hierbas alguna
humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!
¡Chopos del camino blanco,
álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!
POEMA VIII
El poema puede considerarse fruto de uno de tantos paseos
del poeta en las tardes de Soria. Junto a la descripción de los álamos
(chopos), encontramos alusiones al amor y vemos en ellas resonancias íntimas,
puesto que en Soria conoce a su amor, Leonor.
He vuelto a
ver los álamos dorados,
álamos del
camino en la ribera
del Duero,
entre San Polo y San Saturio,
tras las
murallas viejas
de Soria
-barbacana
hacia
Aragón, en castellana tierra.
Estos
chopos del río, que acompañan
con el
sonido de sus hojas secas
el son del
agua, cuando el viento sopla,
tienen en
sus cortezas
grabadas
iniciales que son nombres
de
enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del
amor que ayer tuvisteis
de
ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que
seréis mañana liras
del viento
perfumado en primavera;
álamos del
amor cerca del agua
que corre y
pasa y sueña,
álamos de
las márgenes del Duero,
conmigo
vais, mi corazón os lleva!
Estos
chopos del río, que acompañan
con el
sonido de sus hojas secas
el son del
agua, cuando el viento sopla,
tienen en
sus cortezas
grabadas
iniciales que son nombres
de
enamorados, cifras que son fechas.
“A UN OLMO SECO”
Este poema fue creado en la primavera de 1912 en Soria.
Cuando lo escribe, han pasado varios meses desde la vuelta de Antonio y Leonor
a Soria, desde París, donde Leonor contrajo la enfermedad. Han luchado con
todas sus fuerzas para curar el terrible mal. Pero nada mejora la situación de
la enferma, ni siquiera el mayor de los afectos que le dedica en cada minuto
Antonio Machado. Un día pensando en esto el poeta se para a observar un olmo
centenario que está afectado por una enfermedad que acabará indudablemente con
su vida. Esto le sirve de inspiración al poeta para crear este poema, en el que
encuentra un paralelo con la lamentable situación de su mujer, Leonor Izquierdo.
Al olmo
viejo, hendido por el rayo
y en su
mitad podrido,
con las
lluvias de abril y el sol de mayo
algunas
hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el
Duero! Un musgo amarillento
le mancha
la corteza blanquecina
al tronco
carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan
el camino y la ribera,
habitado de
pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando
por él, y en sus entrañas
urden sus
telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su
hacha el leñador, y el carpintero
te
convierta en melena de campana,
lanza de
carro o yugo de carreta;
antes que
rojo en el hogar, mañana,
ardas en
alguna mísera caseta,
al borde de
un camino;
antes que
te descuaje un torbellino
y tronche
el soplo de las sierras blancas;
antes que
el río hasta la mar te empuje
por valles
y barrancas,
olmo,
quiero anotar en mi cartera
la gracia
de tu rama verdecida.
Mi corazón
espera
también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro
milagro de la primavera.
“POEMA DE UN DÍA (MEDITACIONES RURALES)”
En este poema el autor nos presenta un día en su vida. Vemos
cómo contrasta los espacios, de adentro hacia afuera. Aparece un ciclo que se
inicia y que gira como una ‘rueda’ o como una ‘moneda’ marcando el destino de
los hombres.
Heme aquí
ya, profesor
de lenguas
vivas (ayer
maestro de
gay-saber,
aprendiz de
ruiseñor),
en un
pueblo húmedo y frío,
destartalado
y sombrío,
entre
andaluz y manchego. (…)
En mi
estancia, iluminada
por esta
luz invernal
-la tarde
gris tamizada
por la
lluvia y el cristal-,
sueño y medito.
(…)
Tic-tic, tic-tic... Ya te he oído.
Tic-tic, tic-tic... Siempre igual,
monótono y
aburrido. (…)
Pero ¿tu
hora es la mía?
¿Tu tiempo,
reloj, el mío? (…)
¡Oh, estos
pueblos! Reflexiones,
lecturas y
acotaciones
pronto dan
en lo que son:
bostezos de
Salomón. (…)
Mi
paraguas, mi sombrero,
mi
gabán...El aguacero
amaina...Vámonos,
pues. (…)
Todo llega
y todo pasa.
Nada
eterno:
ni gobierno
que
perdure,
ni mal que
cien años dure. (…)
“MIS POETAS (GONZALO DE BERCEO)”
En la parte dedica a sus poetas favoritos, Machado empieza
con Gonzalo de Berceo, autor perteneciente al Mester de Clerecía y autor de
obras como Milagros de Nuestra Señora.
El primero
es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de
Berceo, poeta y peregrino,
que yendo
en romería acaeció en un prado,
y a quien
los sabios pintan copiando un pergamino.
Trovó a
Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San
Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria,
y dijo: Mi
dictado non es de juglaría;
escrito lo
tenemos; es verdadera historia.
Su verso es
dulce y grave; monótonas hileras
de chopos
invernales en donde nada brilla;
renglones
como surcos en pardas sementeras,
y lejos,
las montañas azules de Castila.
Él nos
cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en
santorales y libros de oración,
copiando
historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le
sale afuera la luz del corazón.
“LA SAETA”
En este conocido poema, Machado reflexiona sobre la cultura
religiosa andaluza. Los andaluces cantan al Cristo de los gitanos pero Antonio
Machado prefiere cantarle al Cristo que anduvo en la mar.
Dijo una voz popular:
"¿Quién me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús, el Nazareno?"
¡Oh, la
saeta, el cantar
al Cristo
de los gitanos,
siempre con
sangre en las manos,
siempre por
desenclavar!
¡Cantar del
pueblo andaluz,
que todas
las primaveras
anda
pidiendo escaleras
para subir
a la cruz!
¡Cantar de
la tierra mía,
que echa
flores
al Jesús de
la agonía,
y es la fe
de mis mayores!
¡Oh, no
eres tú mi cantar!
¡No puedo
cantar, ni quiero
a ese Jesús
del madero,
sino al que
anduvo en el mar!
“DESDE MI VENTANA”
En este poema Antonio Machado nos cuenta un caso, real o
ficticio, sobre una lechuza que entró en la Catedral de Baeza. Aprovecha este
hecho para expresar su melancolía por estos paisajes andaluces.
I
Desde mi
ventana,
¡campo de
Baeza,
a la luna
clara !
¡Montes de
Cazorla,
Aznaitín y
Mágina!
¡De luna y
de piedra
también los
cachorros
de Sierra
Morena!
II
Sobre el
olivar,
se vio la
lechuza
volar y
volar.
Campo,
campo, campo.
Entre los
olivos,
los
cortijos blancos.
Y la encina
negra,
a medio
camino
de Úbeda a
Baeza.
III
Por un
ventanal,
entró la
lechuza
en la
catedral.
San
Cristobalón
la quiso
espantar,
al ver que
bebía
del velón
de aceite
de Santa
María.
La Virgen
habló:
Déjala que
beba,
San
Cristobalón.
IV
Sobre el olivar,
se vio la
lechuza
volar y
volar.
A Santa
María
un ramito
verde
volando
traía.
¡Campo de
Baeza,
soñaré
contigo
cuando no
te vea!
“AMANECER EN VALENCIA”
Durante la Guerra Civil española, Antonio Machado se refugió
en Valencia, desde donde escribe este poema dedicado a sus amaneceres y
paisajes marítimos.
Estas
rachas de marzo, en los desvanes
- hacia la
mar - del tiempo; la paloma
de pluma
tornasol, los tulipanes
gigantes
del jardín, y el sol que asoma,
bola de
fuego entre dorada bruma,
a iluminar
la tierra valentina...
¡Hervor de
leche y plata, añil y espuma,
y velas
blancas en la mar latina!
Valencia de
fecundas primaveras,
de floridas
almunias y arrozales,
feliz
quiero cantarte, y como eras,
domando a
un ancho río en tus canales,
al dios
marino con tus albuferas,
al centauro
de amor con tus rosales.
“EL CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA”
Esta poesía se la escribe Antonio Machado a Federico García
Lorca, y en ella trata su muerte, explicando los últimos momentos del poeta
antes de ser fusilado, y los sentimientos de él y de Lorca.
1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una
calle larga,
salir al
campo frío,
aún con
estrellas de la madrugada.
Mataron a
Federico
cuando la
luz asomaba.
El pelotón
de verdugos
no osó
mirarle la cara.
Todos
cerraron los ojos;
rezaron:
¡ni Dios te salva!
Muerto cayó
Federico
—sangre en
la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue
en Granada el crimen
sabed
—¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a
su guadaña.
—Ya el sol
en torre y torre, los martillos
en yunque—
yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba
Federico,
requebrando
a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque
ayer en mi verso, compañera,
sonaba el
golpe de tus secas palmas,
y diste el
hielo a mi cantar, y el filo
a mi
tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré
la carne que no tienes,
los ojos
que te faltan,
tus
cabellos que el viento sacudía,
los rojos
labios donde te besaban...
Hoy como
ayer, gitana, muerte mía,
qué bien
contigo a solas,
por estos
aires de Granada, ¡mi Granada!»
3.
Se le vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y
sueño en el Alhambra,
un túmulo
al poeta,
sobre una
fuente donde llore el agua,
y
eternamente diga:
“CANTARES”
Con este conocido poema, Antonio Machado quería que al leer
estos versos supiéramos que el camino de la vida no se hace, sino que se va
haciendo a medida que pasa el tiempo, y que no hay que mirar atrás. Que se
tiene que vivir pensando en el presente, porque el futuro se va haciendo al
tiempo, y se va construyendo con las acciones y con los hechos del hombre, sin
obsesionarse por una cosa, simplemente dejando que fluya el tiempo y la vida.
Todo pasa y
todo queda,
pero lo
nuestro es pasar,
pasar
haciendo caminos,
caminos
sobre el mar.
Nunca
perseguí la gloria,
ni dejar en
la memoria
de los
hombres mi canción;
yo amo los
mundos sutiles,
ingrávidos
y gentiles,
como pompas
de jabón.
Me gusta
verlos pintarse
de sol y
grana, volar
bajo el
cielo azul, temblar
súbitamente
y quebrarse...
Nunca
perseguí la gloria.
Caminante,
son tus huellas
el camino y
nada más;
caminante,
no hay camino,
se hace
camino al andar.
Al andar se
hace camino
y al volver
la vista atrás
se ve la
senda que nunca
se ha de
volver a pisar.
Caminante
no hay camino
sino
estelas en la mar...
Hace algún
tiempo en ese lugar
donde hoy
los bosques se visten de espinos
se oyó la
voz de un poeta gritar
"Caminante
no hay camino,
se hace
camino al andar..."
Golpe a
golpe, verso a verso...
Murió el
poeta lejos del hogar.
Le cubre el
polvo de un país vecino.
Al alejarse
le vieron llorar.
"Caminante
no hay camino,
se hace
camino al andar..."
Golpe a
golpe, verso a verso...
Cuando el
jilguero no puede cantar.
Cuando el
poeta es un peregrino,
cuando de
nada nos sirve rezar.
"Caminante
no hay camino,
se hace
camino al andar..."
Golpe a
golpe, verso a verso.
¡Estupendo trabajo, Inma! Me ha encantado.
ResponderEliminarMe alegro. ¡Gracias!
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