TEXTO C
La loba, que llevaba a su
izquierda al jefe más joven y a su derecha al viejo tuerto, condujo su partida
hacia el río Mackenzie. Día tras día la manada iba disminuyendo. Al fin, solo
cuatro quedaron: la loba, el jefe joven, el tuerto y el ambicioso lobato de
tres años.
TEXTO D
Soy Flavio y tengo
diecinueve años; me miro al espejo de mi cuarto dieciocho veces al día. A las
doce de la noche vuelvo a mirarme una vez más para ver los cambios que la
tarde, las salidas, el estudio, el sexo o las fiestas han efectuado en mi
rostro, en mis ojos en mis pronunciadas ojeras. Sin embargo, creo que estos
cambios son fascinantes y estremecedores. He puesto en mi tímido e insolente
blog sesenta cosas sobre mí mismo acompañadas de la advertencia de que no son
del interés de nadie. Mi espejo es un espejo terrible e inmisericorde. Por eso,
es como el de la madrastra de Blancanieves: siempre me dice la verdad del modo
más cruel posible.
TEXTO E
Un bandolero refería en rueda de compinches: «Yo soy
un hombre honesto, de palabra». Cierta vez usé con una víctima la estúpida
frase que nos atribuyen los literatos: «¿La bolsa o la vida?». «La vida» –me contestó el mocito–, valiente como el que más. Y tuve que quitársela. Luego, para respetar mi palabra, y ya
que lo había dejado escoger entre la bolsa o la vida, dejé al pie de su cadáver una cartera repleta de billetes: su bolsa. Desde
entonces, cuando trabajo interrogo así al candidato a interfecto: «¿La bolsa o
la bolsa y la vida?». Para dejar las cosas claras, ¿no?
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