Mítines
Juan Manuel de Prada, Abc, 6 de marzo de 2004
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¿SIRVEN para
algo los mítines, salvo para convencer a los que ya están convencidos?
¿Quiénes, si no, pueden asistir a estos cónclaves, aderezados de
pronunciamientos maniqueos, banderitas que parecen repescadas de un desfile
de majorettes y proclamas cerriles? A lo mejor en sociedades más
rudimentarias o efervescentes un mitin aún posea una utilidad persuasiva; a
lo mejor en otras épocas en que el político carecía de medios para hacerse
visible ante sus partidarios la retórica gruesa del mitin cumplía una función
proselitista. Pero en plena democracia mediática, cuando tenemos que
desayunarnos y merendarnos (hasta quedar ahítos) con las ocurrencias,
dislates y marrullerías de esos señores que se disputan nuestro voto, la
finalidad de los mítines resulta más que dudosa. Podría alegarse que el mitin
se celebra para encorajinar al seguidor acérrimo, para insuflarle bríos ante
los arrechuchos de las encuestas demoscópicas y la pujanza de la facción
adversa. También para mantener elevada la moral del propio candidato, que en
el baño de multitudes halla una especie de lenitivo a sus desolaciones
íntimas y amagos de desfallecimiento. Aunque, en honor a la verdad, el
acicate que estas inmersiones populistaspuedan procurarle queda anulado por
la extenuación que sin duda le provocarán la repetición machacona de unas
mismas consignas y el continuo trasiego.
Así, la
apatía soporífera que el candidato Rajoy trasluce en sus intervenciones
mitineras podría ser interpretada como una forma suprema de lucidez. Quizá
Rajoy no pretenda mantener ese «perfil bajo» que le recomiendan sus asesores;
quizá, simplemente, el cultivo de esa distante ironía que siempre ha sido su
mejor distintivo le haya convencido de la inutilidad de los mítines, por los
que transita desganadamente, como quien ya está de vuelta de todo. Del mismo
modo, la efusividad de Zapatero, antes que una muestra de insensato
optimismo, quizá sea la desesperada, casi agónica, expresión de un hastío que
sólo logra espantar sacudiendo los brazos y poniendo a prueba las hombreras
de su chaqueta. Imagino que ambos candidatos tendrán que hacer esfuerzos para
no sentirse buhoneros de palabras huecas y no sucumbir al alipori, mientras
sus adeptos los jalean y estorban su discurso más o menos charlatán o inepto
con aplausos extemporáneos.
Los mítines
de esta campaña política se están amenizando, sin embargo, con algunas
innovaciones escenográficas. Sin duda, la más resultona es la incorporación
de una claque que arropa al candidato y le cubre la espalda. Hasta ahora, al
candidato mitinero le servía como telón de fondo un decorado más o menos
minimalista o estridente, en el que se combinaban las siglas de la facción
convocante, los eslóganes archisabidos, todo ese merchandising cutre típico
de las campañas. Pero estas tramoyas han sido sustituidas por un petit comité
que escucha en actitud arrobada u orgiástica al candidato, que le ríe las
gracias cetrinas, que asiente a sus paridas con una convicción enternecedora,
que aplaude con un encono patibulario. Las facciones en liza, en su esfuerzo
porque dicha claque no se parezca demasiado al público de señoras jubiladas
que se junta en los platós televisivos a cambio de un bocadillo de mortadela
y unos segundos de exposición ante la cámara, procuran recolectarla en medios
juveniles. Así, se transmite la impresión de que el candidato goza de
simpatías entre los mozalbetes, que son «la savia que renueva la democracia».
Pero, indefectiblemente, los jóvenes de la claque son casi siempre un poco
talluditos, con un aspecto de repetidores recalcitrantes que tira p´atrás,
como si hubiesen hecho un casting entre los miembros más veteranos de una
tuna universitaria, a los que previamente han disfrazado de paisano. El efecto
logrado añade patetismo a la farsa.
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Defectillos
Isabel Vicente, Información, 6-3-2011
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Leía el otro
día un reportaje en el que se recogían las conclusiones de una encuesta
realizada a adolescentes sobre la influencia que sobre ellos pueden causar
los roles machistas de las series de televisión. Pues bien, resulta que a las
jóvenes les gustan los malos de las pelis, los turbios algo canallas, los
atormentados a los que finalmente salva el amor, lo que, llevado a la vida
real, se traduce en que te atraiga más el repetidor desgreñado y espatarrado
de la última fila que el buen chico y amigo eterno que se sienta a tu lado.
Nada nuevo,
como tampoco lo es que muchas niñas sigan pensando que no es malo que el
noviete controle cómo te vistes, o se crea con derechos para leer tus
mensajes en el móvil considerando que los celos o el control son una prueba
de amor. Al fin y al cabo, como todos sabemos, el ser amado es casi perfecto,
y si tiene algún defectillo, es corregible y además lo hace interesante.
Pues bien,
chicas, va a ser que no. Si algo hemos aprendido en mi generación, es que
aquí no cambia nadie. Sólo se empeora. Y en esto no hay excepciones. No pasa
nada por enamoraros de un chico feo, pero, tenedlo claro: Con el tiempo, se
hará aún más feo, y encima, viejo. Pues bien, esto vale para todo. Asume que
esa introspección que te hace verlo como un chico misterioso y taciturno,
puede convertirlo en un par de años en un ser aburrido al que no lograrás
despegar de la pantalla del ordenador, y ese juerguista y ligón al que crees
que apaciguarás cuando lo metas en tu cama, se acabará escapando de farra en
cuanto te des la vuelta a no ser que lo aceptes como es o te conviertas en su
compañera de parranda. Al tiempo y verás...
Si ahora es
antipático con tu familia, en un tiempo dejarán de hablarse. Si en las
primeras citas se resiste a acompañarte al cine, da por hecho que jamás lo
hará.
Si no es
detallista, no te canses insinuándole lo feliz que te haría que te regalara
flores por tu cumpleaños porque te las regalará una vez, y al año siguiente
te llevarás un berrinche. En fin, que en la vida real, las ranas, por mucho
que las beses, siguen siendo ranas, y el que es borde, grosero, vago o
egoísta seguirá siéndolo hasta que se muera...
Y por favor,
dale puerta ya a ese imbécil que te controla los mensajes del móvil, te grita
si te ve con otro chico y te obliga a abrocharte un botón más de la camisa.
Con el tiempo, si no lo frenas, se creerá tu dueño y esas «muestras de amor»
que ahora hasta te halagan, te pueden acabar llevando a las portadas de los
periódicos.
El que es
machista, violento y posesivo a los 20 años, acabará, si le dejas,
maltratándote a los 30 y maldita la gracia que tiene eso.
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Raro, muy raro
Cada vez tengo más claro que estamos viviendo dentro de una
novela de ciencia ficción. Imagina un pequeño territorio de ricos rodeado de
una vasta franja desolada de mares furiosos y tierras baldías, un espacio letal
que hordas de paupérrimos intentan cruzar todos los días para alcanzar la zona
de privilegio. Casi todos fracasan y fallecen: ahogados en el mar o muertos de
sed en mitad del desierto (como sucedió en el Sáhara la semana pasada: los
cadáveres de las madres aparecieron abrazando a sus niños). En cuanto a los
pocos que logran llegar hasta las murallas del territorio rico, elevadas
defensas de alambre con cuchillas les cortan los dedos, les desgarran las
carnes, les mutilan (como las verjas cuajadas de cuchillas de Ceuta y Melilla:
se pusieron en tiempos de Zapatero y el escándalo hizo que las quitaran, pero
ahora el PP ha vuelto a colocar esta ignominia). Y, mientras la vida va dejando
oleadas de cadáveres y un reguero de sangre a los pies del muro, en el interior
de la zona elitista la gente sufre problemas tan extraños como el de tener que
retirar miles de prótesis mamarias.
No lo digo para burlarme, porque el fraude de las prótesis
es un drama: se rompen y causan inflamación de los ganglios linfáticos,
infecciones y fuertes dolores. Hay unas 20.000 mujeres afectadas en España, y
solo el 5%, las operadas por razones médicas, será atendido por la SS. Las
demás lo hicieron por estética, pero ahora muchas no tienen dinero para
arreglar el estropicio: también hay pobres en la tierra de los ricos. Y lo peor
es que muchos piensan que esas mujeres se lo tienen de algún modo merecido. Yo
detesto estas cirugías plásticas, pero creo que es muy hipócrita que una
sociedad que tiraniza a las mujeres con un ideal estético imposible las considere
culpables de plegarse a la presión. En fin, que este mundo es en verdad raro,
muy raro.
Rosa Montero, El País, 5 de noviembre de 2013
Ellas
Rosa Montero
El País, 24 de octubre de 2006
Un amigo me envió hace poco una pequeña noticia que él había encontrado en
la página web de la OCDE (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Estaba dentro de un documento
sobre África y era una menudencia, apenas dos líneas modestísimas. Traducidas
del inglés, decían así: "Las mujeres -no los camiones, no los trenes, no
los aviones- acarrean dos tercios de todas las mercancías que se transportan en
el África rural". Mi amigo se quedó impactado. Y yo también.
Es una información que enciende inmediatamente en mi cabeza una catarata de
imágenes: cientos de miles de mujeres, de ancianas y de niñas atravesando en
todas las direcciones el continente, paso a paso, cimbreándose bajo pesadas
cargas. Y además llevando algún niño atado a las espaldas. Para que luego digan
(porque aún se sigue utilizando esa necedad) que somos el sexo débil... Y lo
más grandioso es que, biológicamente, es cierto que los hombres poseen, por lo
general, más vigor físico que las mujeres. Pero la verdadera fortaleza es otra
cosa: está hecha de tenacidad, de aguante, de entrega, de perseverancia. Porque
para llegar a China basta con dar un paso detrás de otro y no parar. Estas
mujeres fuertes, humildes y asombrosas son la espina vertebral de África. Ellas
son quienes sostienen el hogar, quienes cuidan de los niños y los enfermos,
quienes gestionan la economía familiar. Todos los expertos en desarrollo,
empezando por el gran Muhammad Yunus, el inventor de los microcréditos, flamante
premio Nobel de la Paz (¿y por qué no le han dado el de Economía?), saben que
las mujeres de los países pobres, y desde luego las africanas, sacan mejor
partido a las ayudas económicas, que son más eficaces, más laboriosas y
fiables.
Mujeres bueyes, mujeres
mulas de carga, resistentes, calladas, austeras y heroicas. Muchas de ellas,
millones, con el clítoris mutilado. Míralas ahí, en tu imaginación, pululando
por el mapa africano, afanosas como hormigas, cada una con su carga en la
cabeza. Qué infinidad de pequeños esfuerzos, cuantísimas fatigas hay que
aguantar para llegar a acarrear dos tercios de las mercancías. Son la esperanza
del futuro, el motor del mundo.
Vidas hacinadas
Editorial
EL PAÍS, 17 de junio de 2006
Más de la
mitad de la población mundial vivirá en el año 2007 por primera vez en la
historia en un entorno urbano, según revela un informe sobre las grandes urbes
hecho público ayer por la ONU. Si el permanente fenómeno de la urbanización de
las sociedades humanas es antiguo, la vertiginosa concentración demográfica en
las numerosas megaurbes que han surgido en las últimas décadas en todo el globo
y especialmente en el Tercer Mundo supone uno de los mayores desafíos para la
humanidad. El informe constata un rotundo y generalizado fracaso en
racionalizar y controlar dicho crecimiento y en generar unos mínimos servicios,
infraestructuras y condiciones de vida.
Así, las
grandes ciudades de los países en desarrollo, que en 2030 alojarán al 80% de la
población urbana mundial y entre las que no serán infrecuentes las que superen
los 20 millones, han demostrado ser concentraciones en las que las esperanzas
de vida son inferiores a las de los individuos con menores ingresos en el
entorno rural. Entre los fenómenos más llamativos desarrollados en los últimos
años está la fortificación de los barrios de las clases más ricas y favorecidas
con lo que el informe califica de una "arquitectura del miedo". Las
tensiones y la impermeabilidad sociales, la criminalidad y las drogas, la
contaminación, las enfermedades y la falta de servicios han hecho de estas
ciudades una inmensa trampa a la que acude un flujo interminable que deja atrás
zonas rurales cada vez más despobladas para ver frustradas sus esperanzas de
una vida mejor y quedar expuestos al desarraigo y a problemas antes
desconocidos.
Los
problemas son masivos en las megalópolis de Latinoamérica, África y Asia y
serán mayores porque éstas seguirán creciendo. Está claro que si en algún
terreno la autorregulación es una quimera es en éste. El informe subraya cómo
una serie de urbes con capacidad y estructura administrativa, en países con
gobiernos centralizados -o dictaduras-, véase Suráfrica, Túnez o China,
afrontan el problema con mayor éxito que otros. El hacinamiento, ya sea en la
miseria o en el terror permanente a quienes la sufren, no puede ser fatídico
destino del 80% de la humanidad. Son por ello imprescindibles criterios y
fondos para salir del fracaso endémico a la hora de combatir las peores plagas
de un fenómeno que hoy parece imparable.
Xenofilia
Si la “xenofobia” es el odio o
la hostilidad hacia los extranjeros y, más exactamente, el miedo al extraño o
el temor al diferente, la “xenofilia” es el respeto a los distintos, el aprecio
a los diferentes y la valoración positiva de los otros.
Ordinariamente se la suele
valorar desde una perspectiva social, pero, en nuestra opinión, también
deberíamos analizarla desde una óptica personal. Estamos convencidos de que
esta virtud humana es la vía más directa y la senda inevitable para adentrarnos
en nosotros mismos y para, allí, en ese espejo secreto, descubrir las vetas más
ricas de nuestra personalidad y las fuentes más fecundas de nuestro bienestar
personal. Y es que partimos del supuesto de que las relaciones con los demás
constituyen el foco central de una vida verdaderamente humana.
Hemos de tener claro, sin
embargo, que para lograr esta relación positiva debemos cultivar, en primer
lugar, una sensibilidad especial que nos descubra los valores que atesoran las
personas que nos rodean, y, a tal fin, es necesario que realicemos una tarea de
aproximación física y de sintonía afectiva: no es posible conocer
verdaderamente a los otros sin acercarnos a ellos. Aunque parezca
contradictorio, vivimos en el mundo de las comunicaciones y, al mismo tiempo,
echamos cada vez más en falta una auténtica comunicación entre las personas.
Vamos hacia un mundo de la comunicación total mientras que crece la
incomunicación o aquélla se reduce a contactos superficiales.
La recepción cordial al
extranjero, la atención al desconocido, la acogida al marginado y a todos los
que han sido golpeados por la desgracia sólo son posibles si los incluimos en
los territorios de nuestros cotidianos afanes. La acogida de los otros, los que
son distintos, no sólo pone en juego la jerarquía de nuestros valores éticos y
sociales, sino que, además, mide nuestra capacidad de cordialidad y de
solidaridad.
En mi opinión, estos lazos
interpersonales nos sirven, sobre todo, para establecer unas relaciones más
auténticas y más gratas con nosotros mismos. La Psicología actual nos aporta
muchas e interesantes reflexiones sobre esta aparente paradoja: para acercarnos
a nosotros mismos y para descubrir el fondo de nuestras entrañas, el único
camino es relacionarnos con los demás; siendo sensibles a los otros logramos
conocernos y desarrollar nuestros valores más personales. Para bucear en las
aguas de nuestro propio torrente y llegar al interior más profundo de nuestro
espíritu, es necesario el diálogo y no la enfermiza confrontación o el rechazo
sistemático. No podemos vivir sin absorber las bocanadas de aire limpio que nos
llegan cuando descubrimos lo bueno y lo malo de los otros, esa conjunción de
desventura y de belleza, de fango y de sol interior que hay en otras vidas: las
pequeñas luces que hacen guiños en la noche y los pedazos de cielo que se
divisan en las miserias, las flores que, inesperadamente, crecen en los
ambientes grises y en los recintos cerrados. Por muy convencidos que estemos de
lo contrario, la experiencia cotidiana nos demuestra que el bienestar no lo
logramos si ignoramos u ocultamos las desgracias ajenas.
José Antonio Hernández, Diario de Cádiz, 12 de
marzo de 2006.
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