lunes, 19 de diciembre de 2011

HISTORIA DE MIEDO

Aquí tenéis la mejor historia de miedo de todos mis alumnos (1º, 2º y 4º ESO) del curso 2011-12. El alumno que la escribió es JAVIER CUBILLAS OLMO (2º ESO B). Espero que la disfrutéis como lo hice yo. Gracias, Javier. Sigue así.

EL ORFANATO

En 1930, en un orfanato de monjas, un niño llamado Diego fue al baño y se encontró el cristal roto. Cogió pegamento de su mochila y lo reformó. En los retretes había en la pared una mancha de sangre en forma de mano. Fue a mirar pero un hombre lo echó al váter y se lo tragó. En el retrete de al lado había otro niño que lo vio todo.

En 1945, el niño que lo vio todo, ya no tan niño, volvió a su antiguo orfanato.
La puerta estaba rota, con agujeros de bala y llena de sangre. La abrió a patadas. Cuando la abrió, salió un olor a podrido, a…, no sabría cómo definirlo… ¡a muerto!
El adulto, llamado Adrián, se había marchado de allí en 1934, un año antes de la Segunda Guerra Mundial.
Subió al primer piso. Mientras subía por las escaleras llenas de sangre y de esqueletos, recordaba el día en que Diego se coló por el retrete, escuchaba crujir la escalera de madera putrefacta y escuchó voces agudas de ultratumba, como si fueran niños gritando. Llegó al comedor y estaba todo quemado; la cocina, también.
Subió al segundo piso: las habitaciones comunitarias. La habitación estaba nueva: sin polvo, las camas todas hechas, los juguetes bien ordenados…, pero había un gran agujero en el techo que continuaba planta por planta hasta el sótano. Empezó a mirar todas las estanterías y encontró una pequeña nota que escribió él de pequeño. Decía: “Todo aquel que esté aquí el 21 de marzo de 1934 morirá tragado por alguna parte del orfanato”.
Esa nota la había escrito él porque ponía su firma, pero él no se acordaba ni se acordó de que la había escrito. También ponía una fecha: 21-03-1930. El mismo día que tiraron a Diego por el váter.

Empezó a anochecer y a Adrián le dio miedo quedarse y se fue. Mientras bajaba las escaleras, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y notó un mal presentimiento. Bajó al primer piso y, bajando a la planta baja, se tropezó con algo y cayó por las escaleras. Mientras caía, el olor a muerto cesó y olía a colonia de chico, en concreto, a la de Diego. Cayó y se golpeó con la pared; un crucifijo le dio en la frente y lo dejó inconsciente.

Dos horas después, ya era de noche, se despertó y salió corriendo.

Los dos días siguientes pensaba cómo se podía haber tropezado. Notó como una presencia, como si le hubieran puesto una zancadilla. No se atrevía a ir al orfanato, pero al tercer día venció su miedo y decidió ir.

La puerta estaba cerrada, pero él la había dejado abierta y en la calle que estaba el orfanato nadie se atrevía ni a pasar por delante.
Fue al sitio donde se cayó y volvió a oler a la colonia de Diego. El crucifijo ya no estaba y en el sitio que estaba colgado había nota pegada con celo.
Era del señor director y decía así: “Hay varias notas, en concreto ocho notas parecidas a esta colocadas en todos los crucifijos de las escaleras. ¡Salgan de este orfanato ya, está maldito! Un hombre fantasmal mata a la gente emparedándola o metiéndola por las tuberías de la fontanería”. Miró la nota por detrás y había una letra y un número: F6 (F6). Cogió todas las demás notas y se volvió a su casa.

Las notas eran igual por delante pero por detrás, no; en cada un decía así: A1, B2, C3, D4, E5, F6, G7, H8.
Pensó que podían ser coordenadas, pero no, porque había muchas. Siguió pensando pero no se le ocurrió nada, así que se puso a ver la tele y anunciaban el juego de hundir la flota, el del parchís, el Monopoli, etc. y empezó una serie, pero en seguida se fue a dormir. Al día siguiente se levantó y fue a desayunar; puso la tele y volvieron a anunciar los juegos de mesa. Se paró la imagen y un olor muy fuerte a la colonia de Diego apareció: ¿Era una señal? Un mapa apareció en la mesa y un cuchillo cayó sobre el dibujo del orfanato. No podía ser más obvio. Salió disparado hacia el orfanato.
El olor a putrefacto seguía. Subió a las habitaciones y en la cama de Diego había un juego de hundir la flota ensangrentado. Adrián puso las coordenadas en el juego azul y en el rojo había en diagonal desde el A1 hasta el H8 letras pegadas en un papel al juego que decían:
C
   L
     A
       S
         M
           A
             T
               E
Bajó corriendo a la clase de Matemáticas. Estaba toda ordenada pero, en cambio, la de Castellano estaba con sangre, moho, etc.
En la pizarra de la clase de Matemáticas había una llama dibujada y en el escritorio del profesor, una revista de radiadores. Miró y remiró pero no vio nada. Se iba a ir cuando volvió a mirar la revista y había una flecha señalando hacia abajo. Siguió pensando y… nada. Se fue a su casa decepcionado.
Por la noche, Adrián tenía frío y fue a mirar los radiadores y estaban apagados. Llamó a sus vecinos y bajaron a ver la caldera que estaba en el sótano. La llama estaba apagada. Recomendaron que se taparan bien ya que a esa hora no iba a ir un técnico.
Subiendo las escaleras, Adrián seguía pensando en la llama, la revista y la flecha, y no se le ocurrió nada.

Al día siguiente se le ocurrió que la flecha que indicaba abajo podría ser una dirección. Si en el orfanato estaba en la planta baja, hacia abajo estaría… ¡el sótano! La llama y los radiadores podían indicar la caldera. Todo tenía sentido.
Llegó al orfanato, bajó al sótano, directamente a la caldera, y había una pequeña llama. La abrió para ver si había alguna pista, pero notó una extraña presencia que se acercaba, pero no le dio tiempo a reaccionar y fue de cabeza dentro de la caldera. Subió la temperatura y murió chamuscado, TRAGADO POR UNA PARTE DEL ORFANATO.



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