sábado, 20 de enero de 2018

ARTÍCULO COMPLETO DE "LA EXPLOSIÓN DE LAS RABIETAS"

La explosión de las rabietas

Al volver a clase después de Navidad, todos los padres hemos respirado aliviados por recuperar al fin la rutina tan necesaria y porque comprobábamos que nuestros hijos no estaban poseídos.

Y es que o había habido posesión grupal (¿acaso la escuela infantil estaba construida encima de un cementerio indio?) o todos los críos habían aprovechado las vacaciones para dar rienda suelta a sus rabietas salvajes.

Mira que nuestra niña es tierna, dulce y adorable, como todos los vuestros, por supuesto. Y de repente, cuando menos nos lo esperamos, le cambia el carácter y empieza a negarse a todo, gritar, patalear, tirarse por el suelo o lanzar objetos con la fuerza de un jugador de rugby.

Y si por ejemplo la intentamos poner en el carrito para alejar el circo de los espectadores –o simplemente porque suele pasar que nos coinciden las rabietas con las prisas- se arquea a lo bestia cual Regan de El exorcista.

El pack básico es que te monten el pollo en casa. Pero no sabes lo que es una rabieta Premium hasta que el estallido pasa fuera y con mucho público, del que te mira mal y comenta en voz alta tu incapacidad paternal.

Los expertos en estos cambios de humor aseguran que son la manera en que nuestros hijos crean su personalidad y reafirman su propia voz. Buscar su identidad se lo perdonas a un artista del que un par de pelis no te acaban de gustar, pero cuando te lo hacen tus propios hijos apetece menos.

Aunque las rabietas no siempre son imprevisibles. Van asociadas a cansancio, sueño y hambre, y analizando las veces que la niña se nos convierte en Hulk, sí que hay una causa-efecto: ella quería hacer algo por sí sola y no la hemos dejado o nos hemos adelantado para acabar antes. Cosas tan tontas como apagar la tele con el mando, abrir una puerta o subir sola al carrito.

Además, estos estallidos mini-adolescentes también son su forma de gestionar y escupir su estrés, su angustia o la incertidumbre de lo no controlado. Para algunos pedagogos, jugar en el parque también genera ansiedad infantil, por si les roban la merienda o los juguetes o por si se les cuelan otros niños en el tobogán.

“Si no me cuentas lo que te pasa, no podemos ayudarte”, pensaremos muchos. Pero también lo pensarán muchas parejas uno del otro, así que lo mejor es tomárselo con calma y firmeza, sin ceder y sucumbir al chantaje emocional.

Las soluciones recomendadas para lidiar con el crío son cambiarle de tema o despistarle con nuevos estímulos, evitar que vea cosas apetecibles para no tener que prohibírselas o directamente dejarle berreando en el suelo para que se desahogue y se canse, controlándolo con la vista para que no le pase nada.

Lo bueno es que la fase de las rabietas dicen que se acaba pronto. Aunque si entramos en Twitter veremos que a muchos les dura toda la vida.

Martín Piñol, El País, 14 de enero de 2018



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