1)
¿Qué faré, mama? ¿Qué ahré, madre?
Meu al habib est ad
jana! ¡Mi amado está en la puerta!
2)
Gardi vos, ¡ay
yermanellas!, Decidme, ¡ay hermanitas!,
¿cóm’ contenir el
mio male? ¿cómo contener mi mal?
Sin el habib non
vivreyo: Sin el amado no viviré:
¿ad ob l’irey
demandare? ¿adónde iré a buscarlo?
3)
Al-sabh bono, Alba hermosa,
Garme d’on
venis dime de dónde vienes.
Ya lo sé que otri
amas, Ya sé que amas a otra
A mibi non queris. Y a mí no me queréis.
VILLANCICOS
1)
Que no cogeré yo
verbena
la mañana de San
Juan,
pues mis amores se
van.
Que no cogeré yo
claveles,
madreselvas ni
mirabeles,
sino penas tan
crueles
cual jamás se
cogerán,
pues mis amores se
van.
2)
El amor ha tales
mañas
que quien no se
guarda dellas,
si se l′entra en las entrañas,
no puede salir sin
ellas.
El amor es un gusano
bien mirada su
figura,
es un cáncer de
natura
que come todo lo
sano.
Por sus burlas, por
sus sañas,
dél se dan tales
querellas
que si s′entra en las entrañas,
no puede salir sin
ellas.
CANTIGAS DE AMIGO
1)
-Digades, filha,
miía filha velida:
porque tardastes na
fontana fría?
-Os amores el.
-Digades, filha,
minha filha louçana:
porque tardaste na
fría fontana?
-Os amores ei.
-Tardei, mia madre,
na fontana fría,
cervos do monte a
augua volvían.
-Os amores ei.
-Tardei, mia madre,
na fría fontana:
cervos do monte
volvían a augua.
-Os amores ei.
-Mentir, mia filha,
mentir por amigo:
Nunca vi cervo que
volvess´ o rio.
-Os amores ei.
-Mentir, mina filha,
mentir por amado:
Nunca vi cervo que
volvess´o alto.
-Os amores ei.
Dime, hija, hija mía
hermosa, / ¿por qué tardaste en la fuente fría? / Amores tengo. / Dime, hija, hija mía
lozana, / ¿por qué tardaste en la fría fuente? / Amores tengo. / Tarde, madre, en la fría
fuente: / los ciervos del monte revolvían el agua. / Amores tengo. / Mientes, hija mía, mientes
por el amigo; / nunca vi que un ciervo revolviese el río. / Amores tengo. / Mientes, hija mía, mientes
por el amado: / nunca vi que un ciervo revolviese el río. / / Amores tengo.
POEMA DE MIO CID
1)
Ya todos muy bien
armados salen por Torres de Cuarto*; Torres de Quart (en Valencia)
Mío Cid a sus
vasallos bien los iba aleccionando.
Hombres de gran
confianza en las puertas se dejaron,
monta entonces Mío
Cid en Babieca, su caballo,
que de todas
guarniciones iba muy bien preparado. [...]
y plúgole* al
Creador que pudiera derrotarlos. Le
agradó
El Cid hiere con la
lanza, luego a la espada echa mano,
a tantos moros mató
que no pueden ser contados,
le va por el codo
abajo mucha sangre chorreando.
Al rey Yusuf de
Marruecos tres golpes le ha descargado,
pero el moro se le
escapa a todo andar del caballo
y se le mete en
Cullera, castillo muy bien armado;
hasta allí le sigue
el Cid por ver si puede alcanzarlo,
con otros que le
acompañan de aquellos buenos vasallos.
Desde Cullera se
vuelve Mío Cid el bienhadado,
muy alegre del botín
tan grande que han capturado.
Ve cuánto vale
Babieca, de la cabeza hasta el rabo.
2)
Allí piensan
marchar, allí sueltan las riendas.
A la salida de
Vivar, tuvieron la corneja* diestra* ave
/ derecha
Y entrando en
Burgos, tuvieron la siniestra*. izquierda
Movió Mío Cid los
hombros y sacudió la cabeza.
“¡Albicriacias*,
Alvar Fañez, pues somos expulsados de nuestra tierra!
Pero con gran honra
volveremos a Castilla”. * Albricias: expresión de júbilo
3)
Al abad don Sancho
vuelve de nuevo a recomendar
que atienda a doña
Jimena y a las damas que allí están,
a las dos hijas del
Cid que en San Pedro han de quedar;
sepa el abad que por
ello buen premio recibirá.
Ya don Sancho se
volvía, Álvar Fáñez le fue a hablar:
"Si veis venir
a más gente para buscarnos, abad,
les diréis que el
rastro sigan y marchen a buen andar,
sea en yermo o en
poblado ya nos podrán alcanzar".
Sueltan entonces las
riendas, empiezan a cabalgar,
que el plazo para
salir iba acabándose ya.
Mio Cid aquella
noche duerme en Espinaz de Can;
de todas partes
guerreros se le vienen a juntar.
Otro día de mañana
empiezan a cabalgar.
De su tierra va
saliendo el Campeador leal,
San Esteban deja a
un lado, aquella buena ciudad.
Por Alcubilla pasó,
Castila se acaba ya.
4)
Nuestro Cid Rodrigo
Díaz en Burgos con su gente entró.
Es la compaña que
lleva, de sesenta, con pendón.
Por ver al Cid y a
los suyos, todo el mundo se asomó.
Toda la gente de
Burgos a las ventanas salió,
con lágrimas en los
ojos, tan fuerte era su dolor.
Todos diciendo lo
mismo, en su boca una razón:
—¡Dios, qué buen
vasallo el Cid! ¡Así hubiese buen
señor!
Aunque de grado lo
harían, a convidarlo no osaban.
El rey don Alfonso,
saben, ¡le tenía tan gran saña!
Antes que fuese la
noche en Burgos entró su carta.
con órdenes muy
severas, y muy requetebién sellada;
mandaba en ella que
al Cid nadie le diese posada,
y aquel que a tal se
atreviese, supiese, por su palabra,
que perdería lo
suyo y aun los ojos de la cara,
y además de cuanto
digo, con la muerte amenazaba. [...]
Allí las gentes del
Cid con voces muy altas llaman.
Los de dentro, que
las oyen, no respondían palabra.
Aguijó el Cid su
caballo y la puerta se llegaba;
del estribo sacó el
pie, y con fuerte golpe llama.
No se abre la
puerta, no, pues estaba bien cerrada.
Nueve años tiene la
niña, que ante sus ojos se planta:
—¡Campeador, en
buena hora, que habéis ceñido la espada!
Orden del Rey lo
prohíbe. Anoche llegó su carta,
con prevenciones muy
grandes, y venía muy sellada.
A abriros nadie
osaría, nadie os acoge, por nada.
5)
«Ay, mi señor, barba tan cumplida,
«aquí estamos ante
vos yo y vuestras hijas,
«(muy niñas son y de pocos días),
«con estas mis
damas de quien soy yo servida.
«Ya lo veo que estáis de partida,
«y nosotras y
vos nos separamos en vida.
«¡Dadnos
consejo, por amor de Santa María!»
Alargó las
manos el de la barba bellida,
a las sus hijas en brazos las cogía,
acercólas al
corazón que mucho las quería.
Llora de los
ojos, muy fuertemente suspira:
« Ay, doña
Jimena, mi mujer muy querida,
«como a mi propia
alma así tanto os quería.
«Ya lo veis que nos separan en vida,
«yo parto y vos quedáis sin mi compañía.
«Quiera Dios y Santa María,
«que aún con mis
manos case estas mis hijas,
«y vos, mujer
honrada, de mí seáis servida».
6)
De los sus ojos tan
fuertemente llorando,
volvía la cabeza, se
las quedaba mirando:
vio puertas
abiertas, postigos sin candados,
y las perchas
vacías, sin pieles y sin mantos,
o sin halcones, o
sin azores mudados.
Suspiró mio Cid, que
se sentía muy preocupado;
habló mio Cid, bien
y muy mesurado:
"grancias doy,
señor padre, que estás en lo alto,
esto me han urdido
mis enemigos malos."
Allí empiezan a
aguijar, allí sueltan las riendas.
A la salida de Vivar
tuvieron la corneja diestra,
al entrar en Burgos
tuviéronla a la izquierda.
Se encogió el Cid de
hombros, levantó la cabeza:
albricia, Alvar
Fáñez, pues se nos echa de la tierra,
mas con gran honra
retornaremos a ella.
AUTO DE LOS REYES
MAGOS
1)
GASPAR (A
Baltasar.)
Dios os guarde,
señor, ¿sois acaso estrellero? (Gaspar asiente.)
Decidme la verdad;
de vos saberla quiero.
¿No veis qué
maravilla?
¡Un astro nuevo
brilla!
BALTASAR
Sí, que ha nacido el
Creador,
que de las gentes es
señor.
Iré y lo adoraré.
GASPAR
¡Y yo también le
rogaré!
MELCHOR (Que se
encuentra con Baltasar y Gaspar.)
Señores, ¿a qué
tierra, adónde intentáis llegar?
¿Queréis al Creador
conmigo ir a rogar?
¿Acaso lo habéis
visto ? Yo lo voy a adorar.
GASPAR
Nosotros también
vamos; queríamoslo hallar.
Sigamos esa
estrella; nos guiará al lugar.
MELCHOR
¿Cómo probar
podremos si es un hombre mortal,
o si es rey de la
tierra, o si es celestial?
BALTASAR
¿Deseáis saber cómo
esto lo sabremos?
Oro, mirra e
incienso a él ofreceremos.
Si fuere de la
tierra rey, el oro querrá;
si fuere hombre
mortal, la mirra tomará;
y si rey celestial,
de esto se dejará;
elegirá el incienso,
que digno de él será.
MILAGROS DE NUESTRA
SEÑORA
1)
Amigos y vasallos de
Dios omnipotente,
si escucharme
quisierais de grado atentamente
yo os querría contar
un suceso excelente:
al cabo lo veréis
tal, verdaderamente.
yo, el maestro
Gonzalo de Berceo hoy llamado,
yendo en romería
acaecí en un prado
verde, y bien
sencillo, de flores bien poblado,
lugar apetecible
para el hombre cansado.
Daban color soberbio
las flores bien olientes,
refrescaban al par
las caras y las mentes;
manaban cada canto
fuentes claras corrientes,
en verano bien
frías, en invierno calientes.
Gran abundancia
había de buenas arboledas,
higueras y granados,
perales, manzanedas,
y muchas otras
frutas de diversas monedas,
pero no las había ni
podridas ni acedas.
La verdura del
prado, el olor de las flores,
las sombras de los
árboles de templados sabores
refrescáronme todo,
y perdí los sudores:
podría vivir el
hombre con aquellos olores.
Nunca encontré en el
siglo lugar tan deleitoso,
ni sombra tan
templada, ni un olor tan sabroso.
Me quite mi ropilla
para estar más vicioso
y me tendí a la
sombra de un árbol hermoso.
A la sombra yaciendo
perdí todos cuidados,
y oí sones de aves
dulces y modulados:
nunca oyó ningún
hombre órganos más templados
ni que formar
pudiesen sones más acordados.
El prado que yo os
digo tenía otra bondad:
por calor ni por
frío perdía su beldad,
estaba siempre verde
toda su integridad,
no ajaba su verdura
ninguna tempestad. […]
Igual al paraíso me
parece que este prado,
por Dios con tanta
gracia y bendición sembrado:
el que creó tal cosa
fue maestro avisado;
no perderá su vida
quien haya allí morado.
El fruto de los
árboles era dulce y sabrido,
si Don Adán hubiese
de tal fruto comido
de tan mala manera
no fuera decebido
ni tomaran tal daño
Eva ni su marido. […]
En esta romería
tenemos un buen prado
en que encuentra
refugio el romero cansado:
es la Virgen Gloriosa ,
madre del buen criado
del cual otro
ninguno igual no fue encontrado.
Este prado fue
siempre verde en honestidad,
porque nunca hubo
mácula en su virginidad;
post partum et in
partu fue Virgen de verdad,
ilesa e incorrupta
toda su integridad.
Las cuatro fuentes
claras que del prado manaban
nuestros cuatro
evangelios eso significaban:
que los
evangelistas, los que los redactaban,
cuando los escribían
con la Virgen
hablaban.
Cuando escribían
ellos, ella se lo enmendaba;
sólo era bien firme
lo que ella alababa:
parece que este
riego todo de ella manaba,
cuando sin ella nada
a cabo se llevaba.
La sombra de los
árboles, buena, dulce y sanía,
donde encuentra
refugio toda la romería,
muestra las
oraciones que hace Santa María,
que por los
pecadores ruega noche y día. […]
Los árboles que
hacen sombra dulce y donosa
son los santos
milagros que hace la Gloriosa ,
que son mucho más
dulce que la azúcar sabrosa,
la que dan al
enfermo en la cuita rabiosa.
2)
El labrador avaro
Érase en una tierra un hombre labrador
que usaba de la reja más que de otra
labor;
más amaba la tierra que no su Criador,
y de muchas maneras era revolvedor.
5 Hacía una enemiga bien sucia de verdad:
cambiaba los mojones por ganar heredad;
hacía en todas formas tuertos y falsedad,
tenía mal testimonio entre su vecindad.
Aunque malo, quería bien a Santa María,
10 oía sus milagros muy bien los acogía;
saludábala siempre, decíale cada día:
" Ave gratia plena que pariste al Mesías."
Finó el arrastrapajas de tierras bien cargado,
de los diablos fue luego en soga cautivado;
15 lo arrastraban con cuerdas, de coces bien
sobado,
le pechaban al doble el pan que dio mudado.
Doliéronse los ángeles de esta alma mezquina
por cuanto la llevaban los diablos en rapina;
quisieron acorrerla, ganarla por vecina,
20 mas para hacer tal pasta menguábales harina.
Si les decían los ángeles de bien una razón,
ciento decían los otros malas, que buenas non;
los malos a los buenos tenían en un rincón,
la alma por sus pecados no salía de prisión.
25 Levantándose, un ángel dijo: "Yo soy testigo,
verdad es, no mentira, esto que ahora os digo:
el cuerpo que traía esta alma conmigo
fue de Santa María buen vasallo y amigo.
Siempre la mencionaba al yantar y a la cena,
30 decíale tres palabras: Ave, gratia plena.
boca por que salía tan santa cantilena
no merecía yacer en tan mala cadena."
Luego que este nombre de la Santa Reina
oyeron los demonios, salieron tan aína,
35 derramáronse todos como una neblina,
desampararon todos a esa alma mezquina.
Los ángeles la vieron quedar desamparada,
de manos y de pies con sogas bien atada,
estaba como oveja cuando yace
enzarzada:
40 fueron y la llevaron junto con su majada.
Nombre tan adornado, lleno de virtud
tanta,
y que a los enemigos los seguda y
espanta,
no nos debe doler ni lengua ni
garganta,
que no digamos todos: "Salve,
Regina sancta".
LIBRO DE BUEN AMOR
1)
Hace mucho el
dinero, mucho se le ha de amar;
al torpe hace
discreto, hombre de respetar,
hace correr al cojo,
al mudo le hace hablar;
el que no tiene
manos bien lo quiere tomar.
Aun al hombre necio
y rudo labrador
dineros le
convierten en hidalgo doctor;
cuanto más rico es
uno, más grande es su valor,
quien no tiene
dineros no es de sí señor.
Si tuvieres dinero
tendrás consolación,
placeres y alegrías
y del Papa ración,
comprarás Paraíso,
ganarás la salvación:
donde hay mucho
dinero hay mucha bendición.
Yo vi en corte de
Roma, do está la Santidad ,
que todos al dinero
tratan con humildad,
con grandes
reverencias, con gran solemnidad;
todos a él se
humillan como a la Majestad.
Creaba los priores,
los obispos, abades,
arzobispos,
doctores, patriarcas, potestades;
a los clérigos
necios dábales dignidades,
de verdad hace
mentiras; de mentiras, verdades.
Hacía muchos
clérigos y muchos ordenados,
muchos monjes y
monjas, religiosos sagrados,
el dinero les daba
por bien examinados:
a los pobres decían
que no eran ilustrados.
Ganaba los juicios,
daba mala sentencia,
es del mal abogado
segura mantenencia,
con tener malos
pleitos y hacer mala avenencia:
al fin, con los
dineros se borra penitencia.
E1 dinero quebranta
las prisiones dañosas,
rompe cepos y
grillos, cadenas peligrosas;
al que no da dinero
le ponen las esposas.
¡Hace por todo el
mundo cosas maravillosas!
2)
«Señora doña Venus,
muger de don Amor,
»noble dueña, omíllome
yo, vuestro servidor
»de todas cosas
sodes vos el amor señor:
»todos vos obedesçen
como a su fasedor.
586 »Reyes, duques e
condes e toda criatura
»vos temen e vos
sirven como a vuestra fechura,
»complit los míos
deseos et datme dicha e ventura,
»non me seades
escasa, nin esquiva, nin dura.
587 »Non vos pidré
grant cosa para vos me la dar,
»pero a mí cuitado
es me grave de far:
»sin vos yo non la
puedo començar nin acabar:
»yo seré bien
andante por lo vos otorgar.
588 »Só ferido e
llagado, de un dardo só perdido,
»en el coraçón lo
traye ençerrado et ascondido,
»non oso mostrar la
laga, matarme a si la olvido,
»et aun desir non
oso el nombre de quien me ha ferido.
589 »La llaga non se
me dexa a mí catar nin ver,
»onde mayores
peligros espera que an de ser:
»reçelo que mayores
dapnos me podrán recreçer
»físico nin melesina
non me puede pro tener. 4
590 »¿Quál carrera
tomaré que me non vaya matar?
»¡Cuytado yo me faré
que non la puedo catar!
»Derecha es mi
querella, raçón me fase acuytar,
»pues que non fallo
nin qué me pueda prestar.
3)
Toma vieja que tenga oficio de herbolera
que va de casa en
casa sirviendo de partera
con polvos, con
afeites y con su alcoholera
mal de ojo hará a la moza, causará su ceguera.
Procura mensajera de esas negras pacatas
que tratan mucho a
frailes, a monjas y beatas,
son grandes
andariegas, merecen sus zapatas:
esas trotaconventos
hacen muchas contratas.
Donde están tales viejas todo se ha de
alegrar,
pocas mujeres pueden
a su mano escapar;
para que no te
mientan las debes halagar
pues tal encanto
usan que saben engañar.
De todas esas viejas escoge la mejor,
dile que no te
mienta, trátala con amor,
que hasta la mala
bestia vende el buen corredor
y mucha mala ropa
cubre el buen cobertor.
COPLAS A LA
MUERTE DE SU PADRE
Copla I
Recuerde el alma
dormida,
avive el seso y
despierte
contemplando
cómo se pasa la
vida,
cómo se viene la
muerte 5
tan callando,
cuán presto se va el
placer,
cómo, después de
acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro
parecer, 10
cualquiera tiempo
pasado
fue mejor.
Copla III
Nuestras vidas son
los ríos 25
que van a dar en la
mar,
que es el morir;
allí van los
señoríos
derechos a se acabar
y consumir; 30
allí los ríos
caudales,
allí los otros
medianos
y más chicos,
y llegados, son
iguales
los que viven por
sus manos 35
y los ricos.
Copla V
Este mundo es el
camino
para el otro, que es
morada 50
sin pesar;
mas cumple tener
buen tino
para andar esta
jornada
sin errar.
Partimos cuando
nacemos, 55
andamos mientras
vivimos,
y llegamos
al tiempo que
fenecemos;
así que cuando
morimos
descansamos.
Copla VI
Este mundo bueno fue
si bien usáramos de
él
como debemos,
porque, según nuestra
fe,
es para ganar
aquél 65
que atendemos.
Aun aquel hijo de
Dios,
para subirnos al
cielo
descendió
a nacer acá entre
nos, 70
y a vivir en este
suelo
do murió.
Copla XVII
¿Qué se hicieron las
damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores? 195
¿Qué se hicieron las
llamas
de los fuegos
encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel
trovar,
las músicas
acordadas 200
que tañían?
¿Qué se hizo aquel
danzar,
aquellas ropas
chapadas
que traían?
Copla XXV
No se os haga tan
amarga
la batalla
temerosa 410
que esperáis,
pues otra vida más
larga
de la fama glorïosa
acá dejáis,
(aunque esta vida de
honor 415
tampoco no es
eternal
ni verdadera);
mas, con todo, es
muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
ROMANCES
1)
Romance del conde Arnaldos
Quién hubiera tal
ventura
sobre las aguas del
mar,
como hubo el conde
Arnaldos
la mañana de san
Juan
yendo a buscar la
caza
para su falcón
cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere
llegar
las velas trae de
seda
jarcias de oro
torzal
áncoras tiene de
plata
tablas de fino coral
marinero que la guía
diciendo viene un
cantar
que la mar ponía en
calma
los vientos hace
amainar
las aves que van
volando
al mástil vienen
posar
los peces que andan
al fondo
arriba los hace
andar.
Allí habló el
infante Arnaldos
bien oiréis lo que
dirá
"Por tu vida el
marinero
dígasme ahora ese
cantar"
Respondiole el
marinero
tal respuesta le fue
a dar
"Yo no digo mi
canción
sino a quien conmigo
va".
2)
ROMANCE DE ABENÁMAR
— ¡Abenámar,
Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú
naciste
grandes señales
había!
Estaba la mar en
calma,
la luna estaba
crecida,
moro que en tal
signo nace
no debe decir
mentira.
Allí respondiera el
moro,
bien oiréis lo que
diría:
—Yo te lo diré,
señor,
aunque me cueste la
vida,
porque soy hijo de
un moro
y una cristiana
cautiva;
siendo yo niño y
muchacho
mi madre me lo decía
que mentira no
dijese,
que era grande
villanía:
por tanto, pregunta,
rey,
que la verdad te
diría.
—Yo te agradezco,
Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son
aquéllos?
¡Altos son y
relucían!
—El Alhambra era,
señor,
y la otra la
mezquita,
los otros los
Alixares,
labrados a
maravilla.
El moro que los
labraba
cien doblas ganaba
al día,
y el día que no los
labra,
otras tantas se
perdía.
El otro es
Generalife,
huerta que par no
tenía;
el otro Torres
Bermejas,
castillo de gran
valía.
Allí habló el rey
don Juan,
bien oiréis lo que
decía:
—Si tú quisieses,
Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a
Sevilla.
—Casada soy, rey don
Juan,
casada soy, que no
viuda;
el moro que a mí me
tiene
muy grande bien me
quería.
3)
Romance del enamorado y la muerte
Un sueño soñaba
anoche,
Soñito del alma mía,
Soñaba con mis
amores
Que en mis brazos
los tenía.
Vi entrar señora tan
blanca
Muy más que la nieve
fría.
- ¿Por dónde has
entrado, amor?
¿Cómo has entrado,
mi vida?
Las puertas están
cerradas,
Ventanas y celosías.
- No soy el amor,
amante:
- ¡Ay, Muerte tan
rigurosa,
déjame vivir un día!
Un día no puede ser,
una hora tienes de
vida.
Muy de prisa se
calzaba,
Más de prisa se
vestía;
Ya se va para la
calle,
en donde su amor
vivía.
- ¿Cómo te podré yo
abrir
si la ocasión no es
venida?
Mi padre no fue al
palacio
Mi madre no está
dormida.
- Si no me abres
esta noche,
ya no me abrirás,
querida;
junto a tí, vida
sería.
- Vete bajo la
ventana
donde labraba y
cosía,
te echaré cordón de
seda
para que subas
arriba,
y si el cordón no
alcanzare
mis trenzas
añadiría.
La fina seda se
rompe;
- Vamos, el
enamorado,
que la hora ya está
cumplida.
1)
ALISA.- (Desde
el interior de la casa.) ¿Con quién
hablas, Lucrecia?
LUCRECIA.- Con la
vieja de la cuchillada que vivía junto a las tenerías, la que perfuma tocas y
hace solimanes y tiene como treinta
-22- oficios más. Conoce mucho
de hierbas, cura niños y algunos le llaman la vieja lapidaria.
ALISA.- Dime su
nombre, si lo sabes.
LUCRECIA.- Me da
vergüenza.
ALISA.- Anda,
boba, dilo.
LUCRECIA.-
Celestina, hablando con reverencia, es su nombre.
ALISA.- Ya me
acuerdo de ella. ¡Buena pieza! Algo me vendrá a pedir. Dile que entre.
CELESTINA.-
(Entrando.) Señora buena, la
gracia de Dios sea contigo y con tu noble hija. Mis achaques me han impedido
visitar tu casa, mas Dios conoce mis limpias entrañas y el afecto que te tengo.
Con la fortuna adversa me ha sobrevenido una mengua de dinero y, como no
conozco mejor remedio que vender un poco de hilado, me he acercado a tu casa
porque he sabido por tu criada que tienes alguna necesidad de ello.
2)
CALISTO.- En esto
veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.- ¿En qué
Calisto?
CALISTO.- En dar
poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y en hacerme el favor de
verte en un lugar tan conveniente para descubrirte mi secreto dolor. No creo
que exista mayor recompensa al servicio, sacrificio, devoción y obras pías que,
por alcanzarla, tengo yo a Dios ofrecidos. ¿Quién ha visto en esta vida cuerpo
tan feliz como está ahora el mío? Los benditos santos, que se deleitan en la
visión divina, no gozan lo que yo gozo en tu acatamiento. Mas en esto
diferimos, por desgracia, que ellos no temen perder su bienaventuranza y yo me
alegro con recelo del esquivo tormento que tu ausencia ha de causarme.
MELIBEA.- Pues un
galardón aún mayor te he de dar, si perseveras.
CALISTO.- ¡Oh
bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído!
MELIBEA.-
Desventuradas serán cuando acabes de oírme, porque la paga será tan
fiera cual merece tu loco atrevimiento. El intento de tus palabras, Calisto, ha
sido de hombre que pretende salir para perderse en la virtud de una mujer como
yo. ¡Vete, vete de ahí, torpe, que no puede mi paciencia tolerar que haya subido
a un corazón humano el intento de alcanzar en mí el deleite del amor ilícito!
CALISTO.- Iré
como aquel a quien la adversa fortuna atormenta con odio cruel.
SERRANILLA DEL MARQUÉS DE SANTILLANA
Serranilla
II
En toda la su
montaña
de Trasmoz a Veratón
no vi tal gentil
serrana.
Partiendo de
Conejares,
allá suso en la
montaña,
cerca de la Travesaña ,
camino de
Trasovares,
encontré moza lozana
poco más acá de Añón
riberas de una
fontana.
Traía saya apretada,
muy bien hecha en la
cintura;
a guisa de
Extremadura
cinta, y collera
labrada.
Dije: «Dios te
salve, hermana;
aunque vengas de
Aragón,
desta serás
castellana.»
Respondióme:
«Caballero,
no penséis que me
tenéis,
ca primero probaréis
este mi dardo
pedrero;
ca después desta
semana
hago bodas con
Antón,
vaquerizo de
Morana.»
En el momento del destierro del Cid, Jimena se queda con sus dos hijas en el monasterio de San Pedro de Cardeña. A la muerte del Cid y como no tenía hijos varones, ya que Diego muere, es Doña Jimena quien se hace cargo de mantener y sostener el señorío de Valencia. https://symcdata.info/las-reformas-borbonicas/
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