sábado, 13 de octubre de 2012

TEXTOS PARA COMENTAR


JARCHAS, CANTIGAS DE AMGIO Y VILLANCICOS
A
¿Qué faré yo o qué serad de mibi?                                                        ¿Qué haré yo o qué será de mí?
Habibi,                                                                                                               Amigo,
non te tolgas de mibi.                                                                                  no te apartes de mí

B
Pinguele, respinguete,
qué buen San Juan es este.

Fuese mi marido
a ser del arçobispo
dexárame un fijo
y fallome cinco,
qué buen San Juan es este.

Dexárame un fijo
y fallome cinco,
dos hube en el Carmen
y dos en San Françisco,
qué buen San Juan es este.

C
Vayse meu corachón de mib                                                    Se va mi corazón de mí
¿Ya Rab, sise me tornarad?                                                       ¡Oh, Señor! ¿Acaso volverá?
¡Tan mal meu doler li-l-habib!                                                  Tan fuerte es el dolor por el amado
enfermo yed ¿cuánd sanarad?                                                Está enfermo, ¿cuándo sanará?

D
Paseisme ahora allá, serrana,
que no muera yo en esta montaña.
Paseisme ahora alleime del río,
paseisme ahora alleime del río,
que estoy triste, malherido,
que no muera yo en esta montaña.

D
Aunque soy morenita un poco,
no me doy nada;
con el agua del almendruco,
me lavo la cara.

E
Aquel pastorcico, madre, que no viene
algo tiene en el campo
que le duele.


ROMANCES

ROMANCE DE DOÑA ALDA
En París está doña Alda,
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para la acompañar:
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan,
si no era doña Alda,
que era la mayoral;
las ciento hilaban oro,
las ciento tejen cendal,
las ciento tañen instrumentos
para doña Alda holgar.
Al son de los instrumentos
doña Alda dormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida
y con un pavor muy grande;
los gritos daba tan grandes
que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien oiréis lo que dirán:
—¿Qué es aquesto, mi señora?
¿Quién es el que os hizo mal?
—Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte
en un desierto lugar:
do so los montes muy altos
un azor vide volar,
tras dél viene una aguililla
que lo ahínca muy mal.
El azor, con grande cuita,
metióse so mi brial,
el aguililla, con gran ira,
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
—Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo
que viene de allén la mar,
el águila sedes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte es la iglesia,
donde os han de velar.
—Si así es, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.
Otro día de mañana
cartas de fuera le traen:
tintas venían por dentro,
de fuera escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en casa de Roncesvalles.


ROMANCE DE LA BELLA MALMARIDADA
-La bella mal maridada,
de las lindas que yo vi,
véote tan triste enojada;
la verdad dila tú a mí.
Si has de tomar amores
por otro, no dejes a mí,
que a tu marido, señora,
con otras dueñas lo vi,
besando y retozando:
mucho mal dice de ti;
juraba y perjuraba
que te había de ferir. -
Allí habló la señora,
allí habló, y dijo así:
-Sácame tú, el caballero,
tú sacásesme de aquí;
por las tierras donde fueres
bien te sabría yo servir:
yo te haría bien la cama
en que hayamos de dormir,
yo te guisaré la cena
como a caballero gentil,
de gallinas y capones
y otras cosas más de mil;
que a éste mi marido
ya no le puedo sufrir,
que me da muy mala vida
cual vos bien podéis oir. -
Ellos en aquesto estando
su marido hélo aquí:
-¿Qué hacéis mala traidora?
¡Hoy habedes de morir!
-¿Y por qué, señor, por qué?
Que nunca os lo merecí.
Nunca besé a hombre,
mas hombre besó a mí;
las penas que él merecía,
señor, daldas vos amí;
con riendas de tu caballo,
señor, azotes amí;
con cordones de oro y sirgo
viva ahorques a mí.
En la huerta de los naranjos
viva entierres a mí,
en sepoltura de oro
y labrada de marfil;
y pongas encima un mote,
señor, que diga así:
«Aquí está la flor de las flores,
por amores murió aquí;
cualquier que muere de amores
mándese enterrar aquí.
que así hice yo, mezquina,
que por amar me perdí.-»



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