POR MI CULPA
Elvira Lindo
Junio 2010 – A
COHERENCIA
El texto objeto de este comentario
es un artículo de opinión escrito por Elvira Lindo que apareció en el mes de
marzo del 2010 en el periódico “El País”. El texto aborda como asunto la visión
errónea de aquellos que abogan por una desproporcionada autoestima en
detrimento de la cohesión social. Así pues, podemos enunciar el tema así:
“Crítica a los padres por inculcar a los hijos una realidad distorsionada”.
En síntesis, la autora contrapone
la educación antigua (la vida como un lugar para sufrir), a la que se ofrece
hoy a los hijos a los que se insta a creer que la vida es de color de rosa.
Después de contrastar estas dos maneras de educar, da su opinión en contra de
ambas, especialmente de la actual.
En lo referente a la estructura
externa, observamos que el artículo se compone de un titular (“Por mi culpa”) y
de un cuerpo argumentativo de veintiuna líneas dispuestas en un solo párrafo.
Y en lo que toca a la estructura
interna, diremos que Elvira Lindo nos presenta en las líneas 1-2, el tema que
va a tratar: la contraposición entre la educación de antes y la de ahora.
Seguidamente sintetiza en las líneas 2-19 las lacras y las ventajas de ambas educaciones.
Primero (líneas 3-10) hace referencia a la educación de su generación y nos
expone lo que a ella misma le enseñaron, haciendo hincapié en la repercusión
que tuvo esa educación y en lo que ha quedado de ella (estos son argumentos de
experiencia personal). Seguidamente (líneas 10-19) la autora expone la
educación que se le está ofreciendo a la generación actual y para ello reincide
nuevamente en lo que se le está enseñando, así como en las consecuencias y
repercusiones que tiene esa educación (por tanto, son argumentos de saber
popular). Finalmente, saca la conclusión pertinente (líneas 19-21): la
educación actual no contribuye a esa felicidad añorada, no hace que nuestros
jóvenes sean más felices, porque es una educación errónea: centrada en uno
mismo, se olvida de la necesidad de abrirse al mundo y a la sociedad.
De este modo, la conclusión sería
también la tesis del texto (explícita). Por ello, la estructura de este
artículo es sintetizante.
Así pues, podemos afirmar que el
tipo de progresión temática del texto es de temas enlazados y de tema
constante, puesto que en primer lugar tenemos como tema la educación de su
época. Y el rema que aporta de él se convierte en tema del resto del texto (la
educación actual), que aparece como tema constante en lo que resta del texto.
Se trata, pues, de un texto
expositivo-argumentativo. La autora desglosa en una línea temporal los dos
tipos de educaciones. Su propia educación y la que reciben los jóvenes de hoy
en día. En la conclusión final aparece con claridad su tesis: deberíamos educar
a nuestros jóvenes en los valores sociales, en lugar de reforzar una autoestima
ilusoria que no les proporcionará felicidad.
1. 2. Nos encontramos ante un texto periodístico, seguramente un artículo de opinión, ya que
los corchetes nos inducen a pensar que el texto aparece sincopado, no está
trascrito todo el artículo. Por el tono empleado, es evidente que el artículo
se dirige a la gran mayoría de lectores, con la finalidad de hacerles
reflexionar para que abran los ojos, ante uno de los deberes más importantes: educar
a nuestros jóvenes adecuadamente. Es pues un tema de vital importancia, que
debería interesar a toda la sociedad y que dado los problemas actuales en
materia de educación, debería ser prioritario si queremos mejorar la sociedad.
Para llamar la atención del lector la autora ha elegido un
titulo poderoso, porque ese “Por mi culpa”, hace referencia a términos
implícitos como culpa, pecado, etc. y desde ese punto de vista, resalta
poderosamente, si tenemos en cuenta el carácter progresista de la publicación y
desde luego, de las opiniones de la autora, que se supone conocida, por su
participación habitual en el periódico. De este modo el título se convierte en
un recurso pragmático poderoso, pues incita a la lectura y sirve de reclamo,
para un lector que probablemente no lo hubiera leído con tanto detenimiento de
haberse titulado de otro modo.
La autora entra en materia de inmediato, lo que es óbice del
género y del espacio periódico, siempre ecuménico. Nos habla en primer lugar de la educación que
le proporcionaron sus padres, una educación obsoleta probablemente y que
parecía estancada en tiempos inmemoriales. De ahí además la concepción de todos
conocida de que la vida es un valle de lágrima, concepción eminentemente
cristiana y que trae a nuestra memoria la idea del pecado original o palabras
lacerantes como trabajo, dolor y muerte. La generación de la autora, la del 68,
abogaba por las libertades y logro sus conquistas. Es la generación del Mayo
francés, la de la oposición a la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, o
esa lucha acuciante contra el fascismo. Una generación que se dejó la piel en
las protestas estudiantiles o los
movimientos pacifistas, la generación del movimiento hippie o de la liberación
femenina. En esos frentes se movió, como si vengara de una educación tan
claustrofóbica. En cierto modo la revolución social, las cadenas humanas
lograron por su propio merito, vencer todos esos miedos que les habían
inoculado sus mayores. Tal vez por ese motivo esos jóvenes rebeldes,
comprometidos con el entorno y con la realidad de su tiempo, han inculcado a
sus hijos en la perpetua autoestima, en la creencia de que la vida no es ni
mucho menos un valle de lágrimas, sino un camino que merece la pena recorrer,
lleno de momentos pletóricos.
Por otra parte, esa rígida educación creó, como
contrapartida, un efecto vitalista, positivo: dado que la felicidad era tan
improbable; cualquier logro, por pequeño que fuese, les parecía un regalo y se
convertía en guijarro, en piedra lanzada con aquellos que les habían augurado
tan negro destino. No obstante, el sentimiento de culpa no han podido lavarlo,
permanece ahí y los ejemplos de escritores, lo confirman.
Sin embargo y ahí reside el problema angular del texto:
tampoco la educación actual es la idónea; en principio, puede parecernos una
educación más libre y desde luego, mucho menos represiva. Ahora parece que se quiere hacer “borrón y
cuenta nueva”, que queramos educar a nuestros jóvenes – a modo de venganza- en
la autoestima positiva, reconfortante y continua. La autora apela al lector
para que no se pierda en vacuidades y comprenda su punto de vista: utiliza para
ello una gran cantidad de recursos estilísticos y los condensa en un espacio
nimio, de forma que llame poderosamente la atención del lector. Así hallamos el
uso de la catáfora, las expresiones coloquiales, las gradaciones, hipérboles,
elipsis y contraste: Hay en el mismo instante
[…] cientos de miles de padres españoles (hipérbole), reforzándoles la
autoestima (catáfora) a sus niños (sustitución de jóvenes por hijos, para
lograr una mayor implicación del lector); es decir, haciéndoles ver que son
guapos cuando no lo son tanto; que son listos, cuando está por ver; que se lo
merecen todo, cuando no han demostrado nada (lítotes).
Apoyada por todos estos recursos la autora llega a dónde
quería ir desde un principio: a la crítica exacerbada de la nueva educación,
que genera desencanto tanto en padres, como en hijos, pues es inapropiada.
Después del caldo de cultivo de la autoestima, el joven se cree en el perpetuo
derecho, cree fervientemente que logrará sus metas, con el mínimo esfuerzo y
ante la mínima zancadilla, se hunde. Esto es psicología barata, un hedonismo
perjudicial pues, ese convencimiento en uno mismo, les hace olvidarse lo que
sucede a su alrededor. Postula un egoísmo innato y perjudicial, un egocentrismo
que nos aleja más si cabe de los objetivos.
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