domingo, 1 de noviembre de 2015

COHERENCIA DE "POR MI CULPA" (JUNIO 2010, OPCIÓN A)

POR MI CULPA
Elvira Lindo
Junio 2010 – A

COHERENCIA
El texto objeto de este comentario es un artículo de opinión escrito por Elvira Lindo que apareció en el mes de marzo del 2010 en el periódico “El País”. El texto aborda como asunto la visión errónea de aquellos que abogan por una desproporcionada autoestima en detrimento de la cohesión social. Así pues, podemos enunciar el tema así: “Crítica a los padres por inculcar a los hijos una realidad distorsionada”.
En síntesis, la autora contrapone la educación antigua (la vida como un lugar para sufrir), a la que se ofrece hoy a los hijos a los que se insta a creer que la vida es de color de rosa. Después de contrastar estas dos maneras de educar, da su opinión en contra de ambas, especialmente de la actual.
En lo referente a la estructura externa, observamos que el artículo se compone de un titular (“Por mi culpa”) y de un cuerpo argumentativo de veintiuna líneas dispuestas en un solo párrafo.
Y en lo que toca a la estructura interna, diremos que Elvira Lindo nos presenta en las líneas 1-2, el tema que va a tratar: la contraposición entre la educación de antes y la de ahora. Seguidamente sintetiza en las líneas 2-19 las lacras y las ventajas de ambas educaciones. Primero (líneas 3-10) hace referencia a la educación de su generación y nos expone lo que a ella misma le enseñaron, haciendo hincapié en la repercusión que tuvo esa educación y en lo que ha quedado de ella (estos son argumentos de experiencia personal). Seguidamente (líneas 10-19) la autora expone la educación que se le está ofreciendo a la generación actual y para ello reincide nuevamente en lo que se le está enseñando, así como en las consecuencias y repercusiones que tiene esa educación (por tanto, son argumentos de saber popular). Finalmente, saca la conclusión pertinente (líneas 19-21): la educación actual no contribuye a esa felicidad añorada, no hace que nuestros jóvenes sean más felices, porque es una educación errónea: centrada en uno mismo, se olvida de la necesidad de abrirse al mundo y a la sociedad.
De este modo, la conclusión sería también la tesis del texto (explícita). Por ello, la estructura de este artículo es sintetizante.
Así pues, podemos afirmar que el tipo de progresión temática del texto es de temas enlazados y de tema constante, puesto que en primer lugar tenemos como tema la educación de su época. Y el rema que aporta de él se convierte en tema del resto del texto (la educación actual), que aparece como tema constante en lo que resta del texto.

Se trata, pues, de un texto expositivo-argumentativo. La autora desglosa en una línea temporal los dos tipos de educaciones. Su propia educación y la que reciben los jóvenes de hoy en día. En la conclusión final aparece con claridad su tesis: deberíamos educar a nuestros jóvenes en los valores sociales, en lugar de reforzar una autoestima ilusoria que no les proporcionará felicidad.


1. 2. Nos encontramos ante un texto periodístico,  seguramente un artículo de opinión, ya que los corchetes nos inducen a pensar que el texto aparece sincopado, no está trascrito todo el artículo. Por el tono empleado, es evidente que el artículo se dirige a la gran mayoría de lectores, con la finalidad de hacerles reflexionar para que abran los ojos, ante uno de los deberes más importantes: educar a nuestros jóvenes adecuadamente. Es pues un tema de vital importancia, que debería interesar a toda la sociedad y que dado los problemas actuales en materia de educación, debería ser prioritario si queremos mejorar la sociedad.
Para llamar la atención del lector la autora ha elegido un titulo poderoso, porque ese “Por mi culpa”, hace referencia a términos implícitos como culpa, pecado, etc. y desde ese punto de vista, resalta poderosamente, si tenemos en cuenta el carácter progresista de la publicación y desde luego, de las opiniones de la autora, que se supone conocida, por su participación habitual en el periódico. De este modo el título se convierte en un recurso pragmático poderoso, pues incita a la lectura y sirve de reclamo, para un lector que probablemente no lo hubiera leído con tanto detenimiento de haberse titulado de otro modo.
La autora entra en materia de inmediato, lo que es óbice del género y del espacio periódico, siempre ecuménico.  Nos habla en primer lugar de la educación que le proporcionaron sus padres, una educación obsoleta probablemente y que parecía estancada en tiempos inmemoriales. De ahí además la concepción de todos conocida de que la vida es un valle de lágrima, concepción eminentemente cristiana y que trae a nuestra memoria la idea del pecado original o palabras lacerantes como trabajo, dolor y muerte. La generación de la autora, la del 68, abogaba por las libertades y logro sus conquistas. Es la generación del Mayo francés, la de la oposición a la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, o esa lucha acuciante contra el fascismo. Una generación que se dejó la piel en las protestas estudiantiles o  los movimientos pacifistas, la generación del movimiento hippie o de la liberación femenina. En esos frentes se movió, como si vengara de una educación tan claustrofóbica. En cierto modo la revolución social, las cadenas humanas lograron por su propio merito, vencer todos esos miedos que les habían inoculado sus mayores. Tal vez por ese motivo esos jóvenes rebeldes, comprometidos con el entorno y con la realidad de su tiempo, han inculcado a sus hijos en la perpetua autoestima, en la creencia de que la vida no es ni mucho menos un valle de lágrimas, sino un camino que merece la pena recorrer, lleno de momentos pletóricos.
Por otra parte, esa rígida educación creó, como contrapartida, un efecto vitalista, positivo: dado que la felicidad era tan improbable; cualquier logro, por pequeño que fuese, les parecía un regalo y se convertía en guijarro, en piedra lanzada con aquellos que les habían augurado tan negro destino. No obstante, el sentimiento de culpa no han podido lavarlo, permanece ahí y los ejemplos de escritores, lo confirman.
Sin embargo y ahí reside el problema angular del texto: tampoco la educación actual es la idónea; en principio, puede parecernos una educación más libre y desde luego, mucho menos represiva.  Ahora parece que se quiere hacer “borrón y cuenta nueva”, que queramos educar a nuestros jóvenes – a modo de venganza- en la autoestima positiva, reconfortante y continua. La autora apela al lector para que no se pierda en vacuidades y comprenda su punto de vista: utiliza para ello una gran cantidad de recursos estilísticos y los condensa en un espacio nimio, de forma que llame poderosamente la atención del lector. Así hallamos el uso de la catáfora, las expresiones coloquiales, las gradaciones, hipérboles, elipsis y contraste: Hay en el mismo instante  […] cientos de miles de padres españoles (hipérbole), reforzándoles la autoestima (catáfora) a sus niños (sustitución de jóvenes por hijos, para lograr una mayor implicación del lector); es decir, haciéndoles ver que son guapos cuando no lo son tanto; que son listos, cuando está por ver; que se lo merecen todo, cuando no han demostrado nada (lítotes).
Apoyada por todos estos recursos la autora llega a dónde quería ir desde un principio: a la crítica exacerbada de la nueva educación, que genera desencanto tanto en padres, como en hijos, pues es inapropiada. Después del caldo de cultivo de la autoestima, el joven se cree en el perpetuo derecho, cree fervientemente que logrará sus metas, con el mínimo esfuerzo y ante la mínima zancadilla, se hunde. Esto es psicología barata, un hedonismo perjudicial pues, ese convencimiento en uno mismo, les hace olvidarse lo que sucede a su alrededor. Postula un egoísmo innato y perjudicial, un egocentrismo que nos aleja más si cabe de los objetivos.


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